Comienza el 123 Abierto de polo argentino

El Abierto de Palermo es el clímax de la Triple Corona, una serie que comparte con los campeonatos de Tortugas y Hurlingham y cuyo piso de nivel, 28 goles de handicap por equipo, es dos tantos más alto que el techo de polo que hay en el resto del mundo, que está en los 26 de Estados Unidos y de Brasil (22 en Inglaterra y España, 20 en Francia). Es decir, los «peores» de los mejores de la Argentina son superiores a los mejores de los mejores de otras naciones. Tal la distancia que hay entre el polo nacional y el resto. Y el Abierto es la cúspide de todo, la culminación de la temporada, la gran meta, la competencia en la que los grandes jugadores piensan todo el año mientras actúan en el exterior, la que se celebra en el estadio más grande del polo y reúne a empresas importantes que les dan color al predio y difusión a su deporte.

Al Campo Argentino de Polo se lo conoce como «La Catedral». El mismo apodo que tiene Wimbledon en el tenis. De hecho, al Argentino Abierto se lo considera el Wimbledon del polo. En rigor, el sobrenombre le queda corto: hay mucha más diferencia entre Palermo y los otros que entre el certamen británico y los demás torneos de Grand Slam. «Tortugas y Hurlingham son la Copa América. Palermo es el Mundial», comparó una vez Bartolomé Castagnola, ex jugador de 10 goles. Cualquier otro diría lo mismo.

¿Y qué le da al Abierto semejante hegemonía? Varios factores, además de ser no el certamen de un club, sino el Argentino.